lunes, 22 de noviembre de 2010

Potosí: llegaron, la vaciaron y se fueron.

Potosí, sur de Bolivia. 
En 1545 los conquistadores españoles “descubrieron” las minas de plata de Cerro Rico  y comenzaron a extraer el mineral en grandes cantidades. 
Rápidamente comprobaron la eficacia de la roca y de los miles de indígenas obligados a trabajar en ella y confiaron en el “valor seguro” de las minas. Asi que la ciudad comenzó a crecer a pasos agigantados, llegando a situarse con 70 años de vida, al lado de clásicas metrópolis europeas como Londres, en cuanto a economía, habitantes y comercio. Y aprovechando el tirón, los españoles  crearon su particular “Pompeya Latina”: ferias de productos de todo el mundo: sedas, tapices, arte; prostíbulos de lujo, salas de juego y de baile y todo tipo de ostentaciones. Se llegaron a construir 36 iglesias ornamentadas hasta la saciedad y en las crónicas se dice que "hasta los caballos llevaban herraduras de plata" 


Cerro Rico de Potosí (1715, Bolivia). Grabado: B. Lens.

En esa misma ciudad, pero en otras circunstancias se encontraban los indígenas, los “dueños” naturales de esa tierra. Explotados y sometidos al gobierno por la “mita” (creada ya por los mismos incas para someter a su propio pueblo), o muertos (hay datos que cifran en 15.000 los muertos por accidentes en la explotación de la plata). Y cuando la mortandad fue elevada y se empezó a agotar la mano de obra indígena, los colonos pidieron permiso al rey para traer 30.000 africanos a los que convirtieron en esclavos de la mina.

La sorpresa fue que en 1.650, cien años después del comienzo de la “empresa”, la  gran producción llegó a su punto máximo, la mina no podía con más, y los días gloriosos de Potosí empezaron a esfumarse. Así que los españoles se fueron con su plata, dejando la ciudad desértica; el Cerro Rico, pobre; y al pueblo, convertido en una gran ciudad colonial condenada a soportar durante los 200 años siguientes las crisis del mercado, de la mina y los vaivenes  económicos que habían propiciado los españoles.

Hoy en día solo queda zinc, estaño y algo de plata, pero la crisis en la mina sigue, de hecho los últimos  informes avisan del inminente cierre de las explotaciones debido a la escasez de mineral y el interés ecológico por preservar el cerro. Y los mineros (muchos de ellos niños),  están sometidos a pésimas condiciones de trabajo y salud. Solo una parte  puede acceder al sueldo “mayor” en la mina porque no todos pueden pagar la cuota de las cooperativas. Cooperativas que desaparecerán o tendrán que trasladarse para sobrevivir y que podrían haber seguido unos 300 ó 400 años más si nuestros queridos antepasados no hubieran sobreexplotado tierra ajena.


Y así queda Potosí, comparada con el Londres de la Revolución Industrial o el París de la Revolución Francesa por ser ejemplo de la modernidad globalizada.

Potosí, como otras tantas ciudades, violada, por una masa de mercenarios y gobernantes corruptos que  no dejaron casi nada de lo que existía, tal y como existía cuando llegaron.


Referencias:
“Principio Potosí”, exposición celebrada en febrero de 2010 en el Museo Reina Sofía. 
 “Cerro Rico, Potosí”: publicado en “La Tribuna de los Sin Voz” el 4 de marzo de 2010.
“Memoria del Fuego”, Eduardo Galeano.

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